"El oído es el órgano de la educación"
Aristóteles
La pérdida de audición mantenida en los primeros años de vida puede interferir tanto en la adquisición del lenguaje como en el desarrollo psicológico e intelectual del niño y, de esta manera, repercutir en su evolución integral.
Tanto médicos como educadores están de acuerdo que cuanto antes se inicie el tratamiento, mejores serán los resultados que se podrán obtener y menores los trastornos que comportará la privación auditiva.
Las hipoacusias neurosensoriales o de percepción son las más graves e irreversibles, por lo que deben descartarse en el momento del nacimiento. Toda pérdida auditiva prenatal debería estar detectada y en tratamiento a los seis meses de vida del bebé.
La mayor parte de la sordera infantil es de instauración prenatal o perinatal, aunque en un 10-20% de los casos aparece posteriormente (European Consensus Development, CODEPEH). Por ello es importante realizar un seguimiento de los niños que tengan algún antecedente compatible con la aparición de sordera después del nacimiento.
Las hipoacusias de transmisión son más leves y en los niños son causadas mayormente por procesos de otitis seromucosas. Las otitis serosas comportan pérdidas de audición en general leves, y su solución suele pasar por el tratamiento medicamentoso o quirúrgico adecuado.